
Medina Azahara, castellanización del nombre en árabe, مدينة الزهراء Madīnat al-Zahrā («la ciudad brillante»), fue una ciudad palatina o áulica que mandó edificar el primer califa de Córdoba, Abderramán III, a unos 8 km en las afueras de Córdoba en dirección noroeste, a los pies de Sierra Morena.

Los principales motivos de su construcción son de índole político-ideológica: la dignidad de califa exige la fundación de una nueva ciudad, símbolo de su poder, a imitación de otros califatos orientales y sobre todo, para mostrar su superioridad sobre sus grandes enemigos, el recién instaurado Califato fatimí de Ifriqiya, la zona norte del continente africano. Además de oponentes políticos, lo eran también en lo religioso, ya que los fatimíes, chiíes, eran enemigos de los omeyas, mayoritariamente de la rama islámica suní.

El yacimiento arqueológico de Medina Azahara está declarado Bien de interés cultural en la categoría de Monumento desde el año 1923, además de ser declarada oficialmente como Patrimonio de la Humanidad de la Unesco el 1 de julio de 2018.4 En 2019 recibió más de 285.672 visitantes, siendo uno de los espacios culturales más visitados de Andalucía.

(…) Aunque el origen de la ciudad no carece de elementos legendarios, se sabe que la construcción comenzó a finales del 936 de la era cristiana, estando las obras a cargo del maestro alarife Maslama ben Abdallah, y se continuó durante los cuarenta siguientes, alcanzando los tiempos de su hijo y sucesor en el califato, al-Hákam II. En el 945 se produce el traslado de la corte a esta ciudad, que en esos momentos cuenta con la Mezquita Aljama (941), aunque la Ceca o Casa de la Moneda no se traslada hasta 947-948. Al erigir esta majestuosa ciudad el califa cordobés pretendiera anular, y aun superar, a los califas orientales abasíes, y especialmente la famosa ciudad y corte de Samarra.

Los textos literarios e históricos se hacen eco de las cuantiosísimas sumas dedicadas a su construcción, de los enormes trabajos realizados al efecto, de su monumentalidad y esplendor artístico —hasta en el menor detalle— y del lujo y la ostentación que el califa desplegaba en las recepciones y ceremonias que allá se celebraban con frecuencia, pues de hecho la administración y la corte se trasladaron a la nueva sede. Entre otros, en sus ricos salones serían recibidos reyes cristianos hispánicos desposeídos de su trono, embajadores del emperador de Germania, emisarios de Borrell II de Barcelona… Torres Balbás (uno de los padres de la restauración monumental en España) se refiere así a estas ceremonias: “Tras subir entre apretadas filas de soldados ricamente uniformados, provistos de brillantes armas y en perfecta formación, llegaban monarcas y embajadores al salón oriental de Madinat al-Zahara, abierto a una terraza, cuyos muros cubrían ricas alfombras. Al fondo, sentado sobre almohadones y rodeado de todos los dignatarios de su brillante corte, aparecía el califa. Semejante a una divinidad casi inaccesible. Ante él se postraban en tierra, y el soberano, con insigne fervor, les daba a besar su mano”.
(…) Transcurridos poco menos de cien años de la fundación de la ciudad, todo este conjunto monumental y fastuoso quedó reducido a un inmenso campo de ruinas, pues fue destruido y saqueado por los bereberes en el 1010 como consecuencia de la guerra civil (o fitna) que puso fin al Califato de Córdoba. Los saqueos, los enfrentamientos y los incendios destrozaron la ciudad más bella de Occidente. Almanzor sobre el año 988 mandó construid Al Medina Al Zahira a las afueras de Córdoba para sustituir a Medina Azahara, pero sus restos no han sido localizados todavía.